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Educación como acción emancipadora. El individuo y la conciencia de su valía


Escrito por Darío Covarrubias

La situación y el conflicto actual de la educación chilena, ha planteado la posibilidad y la necesidad imperiosa de un cambio, una transformación de fondo y estructural. Los problemas, y la discusión sobre ellos, no son nuevos, ya hace bastantes años se viene cuestionando, principalmente, la deligación del Estado de la educación y la ineficacia de su rol regulador, fruto ya sea de los resabios legales de la dictadura militar o de los patrones del modelo económico-cultural del neoliberalismo. La educación, como se viene repitiendo hace años, cae continuamente en las manos de entes privados y se mercantiliza. Por otro lado se plantea que los planes y programas son ineficaces, que las reformas no logran satisfacer los intereses de los estudiantes, que se mantienen pautas eurocentricas en los contenidos, que la educación esta en crisis, de ahí la actitud de lo que fue la “revolución pingüina”, etc. En base a esto podríamos afirmar, seriamente, que la educación en Chile se ha alejado enormemente de sus caracteres éticos y humanizantes. Podría seguir repitiendo e insistiendo en muchísimas mas criticas y problemáticas sobre el sistema institucional de educación en Chile, pero ese no podría ser el objetivo de un análisis que pretende la liberación y la autonomía del ser humano, a través de la educación y su reencuentro con sus fundamentos éticos.

Es debido a lo anterior por lo cual planteo que la solución al problema de la educación no se encuentra en la interpelación y en el llamado constante a la institución del Estado y a sus funcionarios a retomar una tarea que no ha sido mas que, históricamente una instancia interesada, un interés de clase: de la clase de los gobernantes. La educación con fines de dominación, realizada por el Estado y sus instituciones, ha reducido la labor educativa a la pasividad, perdiendo su dinamismo y las capacidades transformadoras y liberadoras de los individuos, por lo que solo el reencuentro del individuo con su ser-humano, con la conciencia de su valía y su autovaloración, con la re-unión de los elementos éticos y educativos, a través de la generación de espacios alternativos de formación, podrá reinvertir esta conflictiva situación Es aquí el problema, es aquí la solución.

Por todo esto, más que continuar discutiendo la situación actual de la educación, prefiero dejar de desfilar en su espectáculo, utilizar la herramienta histórica interpretativa como instrumento para pintar un cuadro coherente sobre la educación y sus características principales, recuperar la condición de individuo y la conciencia de su valía, generada por su elevación intelectual y material ante la sociedad, y por último proyectar una crítica y un cambio a través de este análisis, el cual intentara proporcionar una visión de lo que considero, debiera convertirse la educación, con verdaderos basamentos éticos.

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Fin de la educación exenta de voluntad. Auge de la voluntad autoconsciente.

¡El saber tiene que perecer para que pueda renacer como voluntad que se engendra siempre de nuevo en tanto que persona libre!

Max Stirner. El falso principio de nuestra educación

Los pueblos han sido y son esclavos por ficciones y artificios que los han imposibilitado de regirse por si mismos, se ha aceptado todo engaño como cosa verdadera y no han acertado en distinguir lo que les conviene de lo que es nocivo. Esto es el reflejo histórico de lo que hoy en día vemos en la escuela, en el instituto en la Universidad y en la educación en general: apatía, conformismo, desinterés, nula capacidad de crítica y reflexión, lo que ha llevado a reducir la labor educativa a una mera reproducción de información (fechas, nombres y “grandes personajes” en Historia), quitándole de esta manera, su capacidad de cuestionamiento a los modelos económicos, políticos y culturales de la sociedad actual. Como dice Guy Debord en La Sociedad del Espectáculo “…desfilando en el espectáculo como modelo de identificación, hemos renunciado a toda cualidad autónoma, para identificarse con la ley general de la obediencia al curso de las cosas”[1].

El poco interés de la escuela y de la educación institucionalizada por la personalidad particular del individuo, por sus intereses más íntimos, por su historia, ha sido la recurrencia que nos ha predispuesto a seguir obedientemente las reglas de la disciplina y el orden normal del devenir social. El escritor y filosofo español, Fernando Savater, quien, paradójicamente para su actualidad, desde joven cultivo una pasión antiautoritaria, muy próxima a las teorías anarquistas, escribe al respecto de lo que partimos discutiendo: “…nuestro programa cultural es determinante: nuestro pensamiento viene condicionado por el lenguaje que le da forma (un lenguaje que se nos impone desde fuera y que no hemos inventado para nuestro uso personal) y somos educados en ciertas tradiciones, hábitos, formas de comportamiento, leyendas…, en una palabra, que se nos inculcan desde la cunita unas fidelidades y no otras”[2].

Hoy en día se intenta levantar un lema y un discurso para generar un cierto grado de interés en los conflictos educacionales que vive la sociedad, el cual busca situarnos como actores principales de un posible “futuro esplendor”, que superara las pautas de formación intelectual, que tradicionalmente se han dado en el país. De ahí es que debamos preguntarnos por esa educación con la que se nos pretende hacer capaces de crear aquella palabra: el “futuro”. ¿Se educan nuestras disposiciones para que seamos creadores, o se nos trata puramente como criaturas cuya naturaleza no admite más que la dominación? Es una cuestión tan crucial como sólo pueden serlo cualquiera de las cuestiones sociales y, más aún, es la más vital de todas ellas por cuanto las cuestiones sociales se asientan sobre aquella premisa. Se algo más capaz y TU obra será también más capaz, sed cada uno de vosotros más pleno en sí mismo y vuestra sociedad, vuestra vida comunitaria, será también más plena. De ahí que, por encima de todas las cosas, nos preocupe aquello que se hace de nosotros en la época de nuestra educación. De ahí que el problema de la educación sea una cuestión vital.

Considero que en el actual orden de cosas, el compromiso ético de la superación intelectual y material del ser humano, debe ser obra del ser humano mismo, de sus capacidades individuales, creadoras y transformadoras, de la autoconciencia de su valía, a fin de cuentas, de su verdadera voluntad y de su libertad individual. Mientras que el fin o la causa del ser humano no sea otro que el fin o la causa de la Sociedad, del Hombre, de Dios, del educador o el fin del Estado, no habrá realmente seres autónomos, libres y concientes, ya que: “…la educación responde antes a los intereses de los educadores que a los de los educandos. Para que la sociedad continúe funcionando -y éste es, en cualquier grupo humano, el interés primordial- es preciso que aseguremos el reemplazo en todas aquellas tareas sin las cuales no podríamos subsistir”[3].

Si la subsistencia y la Historia de la sociedad, es la subsistencia y la Historia de la dominación, de la explotación, de la precariedad, de la alienación y de la ignorancia de unos y la sabiduría omnipotente de otros, como se muestra, por ejemplo, al revisar someramente los contenidos del ramo de Historia en el aula, no queda mas que plantear la regeneración del individuo, la recuperación de sus facultades de ser humano único e irrepetible en tanto tal, para poder volver a abrir la posibilidad de una armonía entre este y una sociedad distinta, para volver a unir la educación con sus basamentos humanizantes.

Olivier Reboul en su Filosofía de la educación, sostiene que educar no es fabricar adultos según un modelo sino liberar en cada hombre lo que le impide ser él mismo, permitirle realizarse según su “genio” singular. Savater ha matizado esto y sostiene que el educador debe mantener ciertos rasgos de sujeto que impone, que encauza lo “educativamente deseable”. Pero ante su reflexión podemos generar varias cuestiones: ¿Quién es el que ha impuesto lo que es “educativamente deseable”?, ¿ha sido la sociedad, en base a su organización y decisión horizontal, participativa, la que ha establecido los parámetros de lo que es mejor para cada una de las personas, o son los organismos económicos internacionales, como el FMI, el Banco Mundial, tal o cual clase política, tal o cual ministerio, sin legitimidad, ni representación, los que lo han hecho y con eficacia?

En primer lugar el educador debería caracterizarse por ser un mediador de conocimientos y no un sujeto que los impone de manera jerárquica y autoritaria. No es necesario “seguirle la corriente al niño como si estuviese loco”, sino ser su compañero de experiencias, que intenta mostrarle con respeto la grandeza del mundo y su Historia, mas no ser su propietario, su dueño, su manipulador, tal como si fuese un experimento o un plato de comida. Es desde esto que, en segundo lugar, se plantea la necesidad de un equilibrio donde el educador tenga las capacidades de presentar las múltiples opciones del conocimiento y que sea el individuo, en base a su voluntad autoconsciente de elegir, el que opte por la que este mas acorde con sus intereses y con sus fines, luego los de la comunidad y posiblemente los de un grupo de personas mayor, libremente asociados.

Sin embargo, mientras no se comprenda la incapacidad que poseen los gobiernos para crear un sistema de educación que conduzca a cambios reales en la sociedad actual, los individuos nos condenaremos a seguir manteniendo este modelo de dominación, ya sea en el aula o posteriormente en el trabajo, a través de nuestra reducción mental y legal, que ha hecho de toda moral critica y libre, un atentado en contra del status quo. Y nos condenamos día a día, y continuamos legitimando sus políticas a través de la pasividad, el voto, la apatía y la alienación en que se nos mantiene, viendo como este sistema de educación nacional sigue produciendo “ciudadanos obedientes” a los dictados del Estado, ciudadanos que defienden la autoridad del gobierno aun cuando vaya en contra de la razón y los intereses generales.

La importancia vital que posee, o que debiera poseer, la formación intelectual y práctica, como fundamento para una posterior emancipación física y mental de los hombres, donde la escuela, hasta ahora instrumento de represión no menos eficaz que otros descarados con los fines de quienes detentan el poder, podrá transformarse en palestra libre, capaz de asegurar a todos los seres humanos un crecimiento igualitario, anticonformista, exento de todo tipo de prejuicios y de tabúes, que desde hace siglos oprimen y adormecen las conciencias. La educación concebida de esta forma, pasaría a ser la instancia donde la dinámica del desarrollo intelectual y manual logra el equilibrio necesario para una sociedad más justa, libre y autónoma, en donde el individuo se encuentra con su verdad interior, según la cual debiera vivir.

Para lograr el objetivo de una educación en base a la voluntad autoconsciente de los individuos se debe, en primer lugar, incentivar la capacidad de autonomía. “Vivimos en un mundo muy complejo y no se puede crear personas que van a vivir, constantemente, dependientes de autoridades, técnicos, curanderos, que los van a acompañar toda la vida y les van decir: “No comas esto, vete por aquí, no te arriesgues”[4]. Hay que intentar persuadir y mostrar a las personas que son capaces de responsabilizarse para bien o para mal de lo que hacen, que tienen voluntad propia para decidir y para apropiarse de sus vidas. La educación reencontrada con sus fundamentos éticos, debiera dirigirse hacia el respeto de las actitudes y los ritmos individuales del desarrollo humano, hacia el uso de métodos pedagógicos que excluyan cualquier forma de coacción física y moral, incluidos los castigos, los premios, las clasificaciones, los exámenes, con el fin de favorecer la autodisciplina, la cooperación, el trabajo de grupo en el que la experiencia comunitaria no ahogue la iniciativa individual; presentar, nunca como obligatorios, contenidos culturales iguales para todos, racionales, científicos, sacados de la realidad presente, sin espíritu sectario alguno. Los mecanismos para desarrollar esto pueden ser variados, mientras se tenga presente que: la libertad únicamente, la conquistara el hombre con su saber… con la conciencia de su valía

Educar para ser-humano. Una propuesta de transformación de la práctica pedagógica y de la educación en general

“Cuando le mostramos al ser humano lo que puede llegar a ser lo mejoramos. Cuando le mostramos cómo éste en realidad es, inevitablemente lo hacemos peor de lo que ya es”

Goethe

En base a la concepción de la educación voluntaria y autoconsciente de la cual acabamos de hablar, generare tres propuestas concretas que buscan la transformación de la práctica pedagógica y de la educación general. Prevengo al lector que, imbuido de una frustración histórica ante el papel educativo desarrollado por el Estado, sus instituciones, y las clases dominantes, solo la primera propuesta estará, e ineficazmente, encaminada a desarrollarse dentro de la escuela tradicional o de Estado, las otras dos necesitan de un ambiente superado de prácticas autoritarias, jerárquicas, de dominación, posibles de desarrollarse dentro de la sociedad actual, pero que necesitan de una elaboración y una explicación mayor que trascendería los objetivos planteados para este estudio.

La desmotivación constante que se vive dentro del aula, la nula capacidad de cuestionamiento a la realidad en que nos desenvolvimos, la incapacidad de hacer aflorar actitudes desafiantes ante las injusticias, la efectividad que históricamente han tenido las formas de enseñanza que reproducen los modelos culturales, económicos y políticos de dominación, generan sentimientos de apatía en los individuos hacia la escuela y la educación en general. El mito de que toda educación es sagrada ha conducido, entre muchas cosas a la aceptación de las calificaciones educacionales como medida de valor social aceptable, y como base para privilegios sociales, luchándose por ellas y promoviendo la competencia (algo muy neoliberal ¿o no?), aun cuando estas credenciales no muestran las verdaderas capacidades de autodesarrollo y superación de los individuos.

En este sentido, el aprendizaje de la Historia, por ejemplo, en la escuela chilena, a pesar de ciertos avances, se ha configurado y caracterizado por ser una memorización, repetición y evaluación de datos, que resultan sencillos para quienes pueden retener por algunos días, fechas, nombres, e información general, que no representa los intereses del que aprende. Esta información es puesta a prueba en evaluaciones con doble calificación, exámenes semestrales o anuales (donde el individuo se juega casi su futuro y su vida), los que serán fáciles para quienes posean la capacidad de memorizar mecánicamente en el corto plazo, pero que serán el fundamento y la base de la ignorancia en el largo plazo. La evaluación, caracterizada por la calificación, no da resultado, y si lo produce es en el orden del mal.

Debido a lo anterior es que, en la medida de lo posible, propongo la supresión de las pruebas o exámenes y las calificaciones en el aula, por considerarlas inútiles, y reemplazarlas por reflexiones grupales, discusiones de mesa redonda, donde todos, en base a la información entregada oralmente o en documentos, puedan generar juicios, opiniones, criticas, que reflejen el aprendizaje y el crecimiento intelectual individual y como conjunto (procesos de metacognición). Para esto es necesario el compromiso del profesor para encontrarse atento a las individualidades que componen los cursos, a sus distintos niveles de aprendizaje, para generar actividades de discusión franca y abierta, y la elaboración de documentos, los que en conjunto, entregaran un panorama mas amplio y complejo con el cual el docente pueda considerar los cambios, las debilidades y las fortalezas de los grupos. De parte de los estudiantes, también debe existir un compromiso: el de responsabilizarse por prestarse atención, generar reciprocidad y apoyo mutuo, en el aprendizaje (profesor-estudiante, estudiante-estudiante), etc.

Si el Ministerio de Educación o los Colegios establecen la obligatoriedad de la existencia de calificaciones y pruebas, lo anterior puede ser aprovechado, conscientemente, para cumplir el compromiso artificial. De esta forma el pedagogo estaría evadiendo, voluntaria y libremente, una obligación que considera en su esencia mala.

El educador, en base a esto no puede continuar manteniendo una actitud pasiva ante el estudiantado (síntoma de la escisión ética-educación, donde el individuo pierde la capacidad de criterio y decisión) un autómata que reproduce los dictados oficiales de una institución que no conoce la realidad de todos y cada uno de los sujetos de los que se compone. El profesor de aula debe cuestionar su situación y pasar a ser parte activa del proceso de aprendizaje, reeapropiar su humanidad en conjunto con sus estudiantes, que no son otros menos capaces, sino sus semejantes, con los que se convive día a día. “Los humanos no estamos condenados a la sociedad sino condenados a vivir entre semejantes. Los semejantes son más importantes que el hecho mismo de la sociedad, y es más importante que nuestros maestros sean semejantes nuestros, que cualquier cosa que nos enseñen; es más importante que el maestro sea un ser humano. Enseña más el maestro al educar su humanidad que al instruir cualquier otra cosa que enseñe”[5].

En crudo, soy adversario impenitente de los indicados exámenes y de sus calificaciones, de las actitudes sumisas y reproductivas del profesor, sobre todo si de reflexionar sobre el pasado y el presente se trata. En el colegio todo tiene que ser efectuado en beneficio del estudiante. Todo acto que no consiga ese fin debe ser rechazado como antitético a la naturaleza de una positiva e integral enseñanza.

Considerando la necesidad de un ambiente descargado de autoritarismo y de reproducción de relaciones asimétricas, en donde la dominación haya sido reemplazada por la decisión horizontal de todos los comprometidos con la labor de enseñanza-aprendizaje, espacios donde el individuo discurra libremente por sus capacidades creadoras, donde la escuela se transforma en medio y no fin en si misma[6], llevare adelante dos propuestas más de transformación de la práctica pedagógica, para el reencuentro del ser humano con su humanidad misma.

Como es sabido la enseñanza-aprendizaje de la Historia, que ya he tomado como ejemplo recurrente por su cercanía, implica, además del pleno conocimiento de los fenómenos del pasado del ser humano, la consideración de los espacios físicos en donde se desenvuelven los procesos, por lo que la Geografía se configura como uno de los ámbitos principales para el conocimiento del individuo y para el reconocimiento de los distintos ambientes en donde se desarrollan las relaciones sociales. Sobre todo en Geografía, es decir, precisamente en el estudio de la naturaleza terrestre, conviene proceder por la vista, por la observación directa de esta Tierra. Pero la enseñanza de la Geografía, como viene continuándose aún en las escuelas, lleva la marca de los tiempos escolásticos: el profesor pide al alumno un acto de fe, pronunciado además en términos cuyos sentidos no domina; recita de corrido los nombres de los ríos de Chile, maneja las características de cada región, y de los fenómenos climáticos, sin referir esos nombres a ninguna realidad precisa. ¿Cómo podría hacerlo, si el profesor jamás le presenta ninguna de las cosas de que habla y que se hallan, no obstante, en la misma calle, en la ciudad y el campo, ante la puerta de la escuela, en los lagos y en los espacios donde cotidianamente el individuo desarrolla su vida?

La enseñanza de la Geografía, de los procesos de la naturaleza y sus complejidades, debe hacerse en los lugares mismos donde se están originando. Propongo que una educación que comprendiera la relación individuo-espacio, debiera sacar de las cuatro paredes del aula al estudiante, para llevarlo a recorrer las diversidades de terrenos, desde sus espacios cotidianos a los lugares mas recónditos, donde el sujeto se pondrá en contacto directamente con las montañas, las colinas, las arenas, los océanos, ríos y lagos. Esto, mas la palabra certera y persuasora del educador, lo llevara a comprender y a sentir las lluvias, a definir desde la realidad la formación de las estrellas y las nubes, de las tempestades y los relámpagos, los movimientos de la Tierra, a reconocer los distintos espacios, a problematizar la perdida de su identidad con los lugares en los que habita, la transformación de las ciudades en el tiempo, en fin, a reencontrar su humanidad en la naturaleza.

En estas actividades es importante proceder con el mismo cuidado de método que en el estudio ordinario para la enseñanza, pero es preciso evitar también todo pedantismo en la dirección de los viajes de observación, porque ante todo el individuo ha de encontrar en ellos su alegría, su humanidad perdida. El estudio debe presentarse únicamente en el momento psicológico, en el preciso instante en que la vista y la descripción entren de lleno en el cerebro para grabarse en él para siempre. Preparado de ese modo, el estudiante se encuentra ya muy adelantado, aunque no haya seguido lo que se llama un curso, el entendimiento se halla abierto y tiene deseo de saber[7].

Por último, considerare dentro de estas críticas y propuestas un factor determinante que ha sido olvidado u obviado por los entes encargados de la educación, fruto de su apartamiento de los elementos éticos que dan forma a esta actividad: la socialización del conocimiento. El desapego de la educación con la realidad social en la que se lleva a cabo, ha derivado en un proceso de ensimismamiento de esta, considerándose fin en si misma, no pudiendo entender las distintas realidades presentes en los estudiantes como individuos y en la sociedad en general. “No todo puede solventarse en la escuela ni compensarse con el buen oficio de los maestros: en estas cuestiones la escuela no puede actuar al margen del entorno social y familiar del niño ni mucho menos a la contra, como un correctivo externo que reduplique sus presiones formativas en vista de que los demás implicados desisten de ejercerlas”[8].

Este desapego ha originado un proceso de monopolización del conocimiento, en donde son los detentadores del poder cultural hegemónico los que imponen y los que establecen que se debe saber y como se debe saber. Particularmente, en Historia esta problemática ha llevado a que sea un grupo de personas los que mantienen en sus manos las diversas fuentes que permiten el conocimiento del pasado, por lo cual controlan el conocimiento y los aprendizajes que son transmitidos en las escuelas, sin mayor cuestionamiento.

Contra la perdida del rol social de cambio y utilidad de la educación en la comunidad, propongo que la difusión de ideas a través de una publicación, es fundamental e imprescindible para reinvertir esta situación. Un órgano que hable con sinceridad y claridad los problemas que aquejan a la comunidad de individuos y que nazca de las reflexiones de los estudiantes que utilizan los espacios de aprendizaje para ello, será un aporte interesante para devolver el conocimiento al plano social. Dentro de esta publicación pueden insertarse noticias interesantes de la misma escuela o de la comunidad, datos estadísticos, estudios pedagógicos originales de los educadores, noticias del progreso de la enseñanza en el país o en distintos países, traducciones de artículos notables de revistas y periódicos extranjeros concordantes con el carácter predominante de la publicación, reseñas de las conferencias realizadas por los investigadores de la Historia y en último término los anuncios de las Bibliotecas o de las organizaciones sociales[9].

Uno de los objetivos principales de una publicación estudiantil debe ser la socialización del pensamiento de estos mismos. Los individuos, sin diferencia apreciable en concepto intelectual por causa del sexo, en el choque con la realidad de la vida que les ofrecen las explicaciones de los profesores y las lecturas, deberán consignar sus impresiones en sencillas notas que sean el reflejo de su proceso de maduración intelectual y de su cada vez mas elaborada conciencia de autovaloración. Esto seria “…la conquista de una autonomía simbólica por medio del aprendizaje que nos aclimata a innovaciones y elecciones sólo posibles dentro de la comunidad”[10]. El conocimiento, de esta forma, estaría siendo puesto en socialización, se estarían desarrollando las capacidades cognoscitivas del estudiante, recuperando su humanidad interior y entregando herramientas de superación a la comunidad en general. La educación, a fin de cuentas, estaría haciendo humano al individuo.

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La escisión generalizada de los conceptos y elementos éticos que debieran ser parte de la labor educativa en las instituciones que tienen a cargo este papel en Chile, no puede ser analizado como algo circunstancial o que simplemente pasa y que puede ser reestructurado de un momento a otro. El problema es mayor, representa factores que trascienden lo educacional, se encuentra en la política, en la economía, en la cultura, en el problema del poder, en los procesos de globalización, en las pautas de dominación hegemónica, en los estados de alienación de los individuos, etc., presentándose como una cuestión compleja y de difícil solución si no se plantea el cambio estructural radical de esto.

Problemas y conceptos como los analizados en este pequeño articulo, tales como las pautas de sumisión, el apartamiento de la educación de los intereses y de las realidades de los estudiantes, las ineficaces metodologías e instrumentos de aprendizaje, la cuestión de la libertad, la autoconciencia valórica, la capacidad del individuo para tomar decisiones responsablemente, los diferentes criterios, etc., son los síntomas de un conflicto que debe ser asumido por todos los actores encargados de llevar adelante su superación moral, ética y material, reencontrándose, en primera instancia, con su personalidad, con su autonomía, con sus intereses y verdades mas intimas, las que permitan dar el segundo paso que vendría a ser la vida en comunidad, la socialización del conocimiento útil al conjunto de los individuos libremente asociados, donde la causa común no se superpone a la causa particular.

Para no continuar recordando siempre a la escuela como un martirio, un lugar al que se va a perder el tiempo, a sufrir castigos, silencio, pasividad, es necesario plantear la posibilidad de espacios de aprendizaje alternativos libertarios, en donde la autoridad y la jerarquía del semidiós educador ha sido suprimida por su mediación entre iguales. La escuela entendida de esta manera debería convertirse en el lugar donde los niños y los adolescentes, disfrutan de estos años de vida tan importantes, a través de experiencias positivas de autovaloración. Habrá quien piense que cuando salgan de la escuela y entren en contacto con el mundo “normal”, no van a saber adaptarse. Es exactamente al contrario. Las personas que aprenden a conocerse, a tener plena confianza en sí mismas, que saben sortear y superar los problemas, no responden a las situaciones que impone este mundo, de forma acomplejada, violenta, competitiva, agresiva e irresponsable, que es exactamente lo que hacen las personas educadas en la escuela tradicional. La enseñanza libertaria está además en permanente proceso de investigación y reforma, llegando a nuevas conclusiones, porque al fin y al cabo ninguna escuela libertaria puede competir con la escuela de la vida.

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[1] Debord, Guy. “La Sociedad del Espectáculo”. Ed. Champ Libre, Francia, 1967, p. 14

[2] Savater, Fernando. “Ética a Amador”, s. e., s. l., s./f., p. 7

[3] Savater, Fernando. ” El valor de educar”, s. e., s. l., s./f., p. 2

[4] Discurso de Fernando Savater al ser nombrado Doctor Honoris Causa de la Universidad Simón Bolívar de Caracas, el 29 de octubre de 1998.

En http://www.analitica.com/bitBlioteca/savater/education_etica.asp

[5] Discurso de Fernando Savater al ser nombrado Doctor Honoris Causa de la Universidad Simón Bolívar de Caracas, el 29 de octubre de 1998.

[6] Experiencias de educación alternativa han existido en muchas partes del mundo, un ejemplo concreto de estas fue La Escuela Moderna, creada por el pedagogo español Francisco Ferrer i Guardia. Dentro de esta la enseñanza era mixta, sin exámenes, sin premios, ni castigos, el aprendizaje era voluntario, sin repetición mecánica de conocimientos que no interesaran al niño. Se proponía que los niños y niñas fueran capaces de vivir sus vidas, que fueran responsables, libres, seguros de sí mismos, que aprendieran a hablar en asamblea y a resolver allí sus asuntos, que planificaran qué quieren aprender y cuándo quieren hacerlo. Ferrer buscaba en sus escuelas, personas nuevas, capaces de reflexionar y comprender con espíritu crítico lo que sucediera a su alrededor, “capaces de buscar siempre lo mejor”. Esta experiencia fue derrocada por el fascismo de Franco en 1939, pero su bases se transmitieron en el tiempo y hoy vemos como las formas de autoeducación se difunden en el mundo libertario, ya sea en los Ateneos anarquistas, o en las okupaciones, Federaciones libertarias y en las experiencias individualistas, las cuales he tenido la oportunidad de conocer, personalmente, en Argentina, Uruguay, Perú y Bolivia, como así también en todo Chile. Para conocer la experiencia de La Escuela Moderna, es imprescindible el texto de Ferrer, que lleva este mismo nombre, en donde relata lo que fue la formación de la escuela y su extensión dentro de la realidad española.

[7] Podría, perfectamente, extenderme aún mas sobre esta propuesta, mostrar algunos métodos prácticos de enseñanza de mapas, escalas y proyecciones, el desarrollo y empleo de globos escolares sencillos manejados por el estudiante y que representan mas fielmente la forma de la Tierra o los aportes que, en este sentido, realizo el insigne geógrafo anarquista Elisee Reclus, sin embargo, me desviaría de la síntesis y de lo concreto de estas propuestas.

[8] Savater, Fernando. ” El valor de educar”, s. e., s. l., s./f., p. 10

[9] En Chile, existen numerosas publicaciones que nacen de la discusión de grupos de afinidad, y organizaciones políticas libertarias, a través del envió de artículos, investigaciones históricas, análisis coyunturales, etc., que intentan romper con el cerco mediático impuesto por la hegemonía cultural de Estado, a través de la autogestión y la entrega de lo que se denomina contrainformación. Revistas como Accion Directa, Hombre y Sociedad, periódicos como Humanidad, Quispikay, Comunicadoras sociales audiovisuales como Sinapsis, páginas de internet como Columna Negra, generan conocimientos alternativos y critica de las pautas económicas y políticas dominantes, por lo que representan una fuente de aprendizaje y desarrollo interesante para las personas que buscan vías de autonomización y capacidades de decisión y juicios fundamentados.

[10] Savater, Fernando. ” El valor de educar”, s. e., s. l., s./f., p. 3

 
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